Reflejo



De repente miré la pared y me encontré con el reflejo de un espejito que tengo sobre la mesa. 
Como hace cinco años y medio alquilé el departamento amoblado pensando que pronto me iría (y seguí-sigo con la idea), nunca se me ocurrió decorar ni cambiar mucho el decorado ya existente. 

En esa pared colgaban un arco y una flecha. 

Nunca les presté atención.
Estaban ahí y más abajo estaba el piano, así que mi punto de vista los pasaba por alto.
Con el tiempo colgué de ellos pajaritos y corazones. Pero nunca se me dio por sacarlos y cuando hace unas semanas decidí pintar y descolgué ambos "adornos" sentí alivio. También sentí que eran de lo más absurdo, que ¿a quién se le ocurre adornar con un arco y una flecha un departamento urbano? Acepté que no tenían NADA que ver conmigo. Y que formaban parte de un momento de la historia que ya había pasado. Para mí, para ellos, para todos. Basta de resistir y guerrear y retener. ¿Arco y flecha? No way: Haya paz. 

Rasqueteé, lijé y cubrí de blanco toda la grasa emocional de los últimos cinco años míos, más la que ya venía, legado de los dueños del arco y de la flecha.

Ahora veo las paredes blancas, veo esa luz, reflejo de espejito y me da mucho vértigo; el vértigo del vacío, de la hoja en blanco, del punto de partida hacia el no se sabe dónde. Pero también, junto con el vértigo, siento entusiasmo, satisfacción y la felicidad que dan los cuadernos nuevitos, los puntos de partida hacia adelante, el olor a nuevo, el vacío necesario.

Como es arriba es abajo. Como es adentro es afuera.




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