Arremangada


¡Boinas y sombreros! Hoy me tocó arremangarme y agarrar la aguja. Sí. Arremangarme. Porque para mí la idea de coser un botón tiene las mismas proporciones que la idea de limpiar la heladera: le huyo o le pido a otro que lo haga cuando no queda más opción.


Pero cuando empecé a tejer las carteras supe que debían llevar forro y que éste tenía que ser de tela y cosido a mano. No me gustan las puntadas de la máquina sobre el crochet y me encanta mucho demasiado cómo quedan las puntaditas a mano... Crochet + terminación a mano: ¡¡trabajo de abuelita!!




Así que decidí ejercitar mi paciencia enhebrando agujas (tengo que conseguir agujas como la gente, porque las que venden en canastita en el tren son para liliputienses) y estoy ¡aleluya! remando bastante bien con la voluntad de sentarme y terminar las carteras con dedicación y la mejor vibra. Me arremango, sí, porque tengo que estar de humor para disfrutar el rato de costura cuando lo mío es el tejido (de varetas y palabras). Pero me terminé enganchando ¡y cada vez cuesta menos!

Al final, como se ve que la cosa me está ganando, sin planearlo -ni dilatarlo: ¿soy la única que dilata los planes?- habilité un alfiletero y hay que ver lo contenta que me pone algo tan elemental como organizar una ínfima parte de mi vida en contra de la entropía: ¡Las cosas pinchudas en su lugar! ¡Y que no gobiernen!




Y para hacerla completa, empecé otra cartera... Espero que la combinación de colores quede bien una vez terminada. Seguro que sí, porque elegí los colores mientras escuchaba dialogar a Dolina, Barton y Dorio y reía con el alma. Son hermosos los días que recuerdo prender la radio y terminan así. 

Voy a comprar un despertador para no perderme Dolina. Y por ahora nada más.





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