7 sogas para salir de cualquier pantano ^_^



Natalia Molinero


El otro día escuché una historia...

...sobre un hombre que cae a un pozo y cuando ve que no puede salir empieza a pedir ayuda y socorro. 

Pasa un médico y se asoma:

—¿Qué le pasa?

—Me caí, venía distraído y no me di cuenta dónde pisaba. ¿Me puede ayudar?

—¡Claro! Yo lo ayudo —dice el médico, saca su libreta, anota unas cosas y tira la receta al pozo—. Tome esto. Si en treinta días sigue con los síntomas, me avisa y le escribo otra receta. 

Al rato pasa un terapeuta y al escuchar el pedido de auxilio, se asoma.

—¿Qué le pasa?

—¡Señor! Me caí al pozo y no sé cómo salir —dice el hombre, más asustado ahora porque se viene la noche y él ahí adentro—. ¿Me ayuda, por favor?

—Claro que sí. A ver —dice el terapeuta y se sienta al lado del pozo. Saca su cuaderno y empieza a preguntar—: Dígame, ¿qué se siente estar adentro de ese pozo? ¿Cómo es la relación con sus padres? ¿Y cree que está metido en este agujero porque está frustrado con algo en su vida?

Y así se ponen a conversar por cuarenta y cinco minutos y el hombre todavía en el agujero, recordando a sus padres y la felicidad perdida y más asustado que nunca porque se hizo de noche. Y el terapeuta dice:

—Bien. Ya se nos ha acabado el tiempo. Pero si sigue aquí sintiéndose tan mal la semana que viene paso y podemos seguir conversando al respecto otros cuarenta y cinco minutos —y se va. 

Y el hombre ahí, ya llorando, con la receta del médico en la mano, con todos los pensamientos que el terapeuta había despertado en su mente y todavía en el pozo, desesperado.

Al rato escucha que pasa alguien silbando y empieza a gritar.

—¡Amigo! ¡Ayúdeme! ¡Estoy metido en este agujero y no sé cómo salir!

El hombre se asoma y alumbra con su linterna.

—¿Pero qué hacés ahí metido? ¿Cómo llegaste ahí, che?

—No sé… Venía distraído y me caí, pero no puedo salir y nadie me pudo ayudar. ¿Usted me puede sacar de acá?

—Claro que sí —dice el hombre y con una sonrisa salta al pozo. 

—¡No! ¡Qué hace! ¿Y ahora cómo vamos a salir de acá? ¡Estamos perdidos los dos! —exclama el hombre del pozo desesperado y se pone a llorar.

—No, querido, no te preocupes, que yo ya estuve en este pozo. Así que ya aprendí muy bien cómo tenemos que hacer para salir de acá. 




Todos estuvimos alguna vez en un pozo...

Cuando escuché esta historia algo hizo clic en mi cabeza. Y es que no importa cuánto lea, estudie o títulos tenga… No hace falta que esté preparada ni capacitada por catedráticos intelectuales, espirituales ni expertos en redes sociales. Con lo que ya viví, con los pozos en los que me caí y con todo lo que funcionó (o no) ya puedo ayudar a alguna incauta que viene por el mismo camino. 

Y es algo que, en la práctica, conmigo funcionó como en esta historia. Me ayudaron quienes habían estado en el pozo. Pero es fija que cuando nos agarra el inframundo y buscamos salir, la primera y casi única cosa que vamos a escuchar es “tenés que levantar el ánimo” (o la vibra o la energía). 

Y una que está ahí abajo, dando manotazos en el pantano para poder salir, se queda con la receta de médico que nos han pasado a modo de slogan en la mano: una receta infalible pero llena de garabatos inentendibles. Sí. ¿Pero cómo?

Ahí abajo, ante los garabatos, analizarse y pensar por qué nos caímos no ayuda mucho. No digo que esté mal analizarse, al contrario… Pero ahí en el fondo del pozo y con una rayita roja del 2% de vibra, no necesitamos un ladrillo de mil páginas ni cartelitos de Facebook que digan que creamos lo que creemos. Eso lo dejamos para cuando estamos muy alegres a la luz del sol. 

En el pantano, lo que necesitamos es una soga, o alguien que desde arriba nos haga la escalerita para subir. Porque si llegamos hasta ahí abajo es que ya ni siquiera podemos entender qué significa "energía", "vibra alta" o "ánimo". Pero podemos recordarlo. Y para eso están los que ya la vivieron.

Natalia Molinero

Por eso aquí dejo un par de sogas que a mí me ayudaron a levantar la vibra, la energía, el ánimo cuando estuve en el pozo y a recordar lo que vale la alegría y lo hermosa que es la vida. Y son sogas que todas tenemos en casa.

7 sogas para salir de cualquier pantano


1) Abrir las ventanas y dejar que entren el sol, la lluvia, el atardecer, la noche, aunque sea el smog y el ruido de afuera. No importa. Pero abrir el espacio, abrir(nos) al mundo. Y si podemos alzar los brazos al estilo ¡yay!, mejor. Ese gesto nos da un subidón de energía. Aunque no nos sintamos alegres, alzar los brazos y respirar hondo nos da fuerza y es como si nos oxigenara las ideas.



2) Ordenar el espacio. Si podemos limpiar a fondo, mejor. Cuando está nuestro espacio ordenado es como si nuestras ideas se ordenaran y pudiéramos salir de la sensación de pantano húmedo, rancio y oscuro. El aroma a limpio reconforta a todo el mundo también. Pero si no podemos limpiar, con ordenar y poner un sahumerio o prender una vela perfumada debería bastar para que nuestros demonios se tranquilicen un poquito.

Repeat crafter me


3) Darse un buen baño. Perfumarse. Ponerse crema. Ponerse algo cómodo que amemos usar. Si no nos podemos bañar en ese momento, puede servir lavarse las manos con mucha espuma y la cara con agua fría. Nos despierta y activa el ánimo contactar con el agua fresca y alguna sensación reconfortante como los jabones, espuma, toalla suavecita y limpia.

@lubomirkin


4) Detenerse a mirar cosas pequeñas, simples y bellas que nos rodean. Nuestra mascota mientras duerme, una planta al sol, las nubes, lo que estamos tejiendo, las personas que amamos, sus gestos, qué dicen, qué hacen. Pero mirarlo todo como si fuéramos una cámara de fotos: con atención, sin juicio y buscando “los mejores planos” para hacer click y sonreír ante nuestra nueva imagen. 


5) Escribir una lista de las cosas que logramos hacer, las cosas que conseguimos tener y los sueños que pudimos cumplir. Por un lado nos asombra siempre siempre ver esas listas, porque si nos ponemos a hacerlas con empeño vamos a descubrir que tenemos un montón de cosas y experiencias que alguna vez soñamos y que al conseguirlas ni siquiera nos dimos cuenta de estar cumpliendo un sueño. Tan en la vorágine quejosa que estamos. Por otro lado, reconectamos con las emociones y sensaciones de dicha, armonía y valentía que sentimos cada vez que logramos algo y así nuestras quejas y lamentos y autocompadecimientos pierden todo el sentido. Porque no lo tienen. Somos mucho más que eso. MUCHO.

@craftedbygc


6) Escribir una lista de cosas que agradecemos a la vida o a otras personas. El poder de la gratitud es que nos saca de cualquier pozo. Porque si sentimos gratitud es imposible sentir al mismo tiempo cualquier emoción negativa. Yo pensaba que se trataba de decirle gracias a la gente, pero es más que eso: es sentir en el cuerpo la sensación de “oh-my-god qué afortunada que soy por esto!” y querer que todo el mundo lo sienta. Eso es tren bala fuera del pozo. Sabelo. Así que hacete la listita y ¡agradecé!

@cmhedger

7) Escuchar música. Pero no cualquier música. No vale escuchar el disco de Charly que escuchabas con tu gran amor que te abandonó. Tampoco vale escuchar música zen que te adormece en la tristeza (creeme que lo probé y esa música es para cuando estás armónica, no para dejar de llorar, a menos que seas medio Buda). Yo hablo de escuchar esa música que sabés que siempre te levantó el ánimo, te hizo bailar o moverte o reír o que escuchaste en la mejor fiesta de tu vida mientras todos hacían el trencito y tocaban las maracas. Esa música digo. Algo Gloria Gaynor que quizás en un primer momento tu yo emo deteste escuchar, pero que si perseverás y te levantás de la silla y te movés un poco… te va a levantar el ánimo seguro. 




Seguramente habrá más sogas y para todos los niveles: inicial, intermedio y experto en pozos empantanados. A veces es indispensable la ayuda profesional porque el pantano es mucho más que eso... ¡Y no hay que dejarse estar para pedir ayuda! Pero éstas son las siete cosas que se me ocurren hoy y que tenemos más a mano, que podemos controlar y que podemos hacer en casi cualquier lugar y circunstancia en la que estemos bajitas de onda. 

Yo las pongo en práctica cada vez que me doy cuenta de que tengo que levantar la energía y no sé ni por dónde empezar; las fui aprendiendo con los años y con los consejos de la gente que ya había estado ahí... Y ahora tomo la posta.



Espero que no tengas que usarlas, porque significará que estás en un pantano, pero si ocurriera que te empantanás... Ya sabés, receta sin garabatos. ¡Y no te olvides de alzar los brazos al grito de ¡yay!!


Cariños, 

Cora King ♥





Nuevo año... nueva vida... nuevos formatos...




¡Hola, hola, hola!


¿Cómo les va?

Yo hace días que vengo tratando de digerir y asimilar todo lo que pasó este año... Porque vieron que el 27 de septiembre fue mi cumple, y dicen que antes y después del cumpleaños hay que hacer un balance: antes, cerrar lo que ya no queremos para el nuevo año y después, arrancar lo que sí queremos. Y encima de eso cualquier astrólogo que se crucen les dirá que fue un año para trabajar en las relaciones. Con la pareja, con la familia, con los amigos, cómo nos relacionamos con el otro, con el mundo y con una misma. 

Bueno... En medio de tantas cosas que me cuesta hasta ponerlas por escrito, creo que casi inconscientemente he ido cerrando situaciones que ya no iban conmigo, trabajos que no me hacían feliz y vínculos que restaban en vez de sumar. 

Tuve que que soltar muchas cosas que me tironeaban y que yo seguía permitiendo por miedo a que no me quisieran más, reacciones de la gente, mandatos, demandas, enojos... Porque cuando cambiamos, la gente que nos rodea y que está acostumbrada a que seamos de tal manera, no nos entiende y se enoja. Y es natural, todos nos enojamos cuando no entendemos algo. El punto estaba, en mi caso, en no sufrir por el enojo del otro, la demanda del otro, los mandatos para "pertenecer" a tal grupo, a tal familia, a tal vínculo.

Pf... Estoy segura de que más de una me habrá visto más que rara en los últimos meses. Poco comunicativa, errática, un día sí y un día no. Y es que con todo lo que pasó este año toqué fondo de mí misma y dije SE ACABÓ. 





Me cansé de ser como era, dependiente, insegura, buscando aprobación constantemente como una nena de tres años, sufriendo si me miraban mal o me decían algo de mala forma, tomándome todo personal, haciéndome cargo de las emociones de todo el mundo (hola, luna en Libra, qué tal?) y pasando malos ratos por cosas sin sustancia, sin realidad, imágenes en mi cabeza. 




Ante la muerte de un ser querido todo eso desaparece. Todo lo sin sentido, lo sin sustancia, las imágenes mentales que son como cadenas y monstruos que nos acechan y nos hacen esclavas de todo lo que pase en el exterior, todo eso se convierte en una completa, absoluta, dramática estupidez. 

El otro desaparece. O al menos las ideas que teníamos sobre el otro: No somos eternos, nadie es eterno... ¿Qué catzo estamos haciendo con nuestra vida? ¿Viviendo la vida del otro? ¿O viviendo la nuestra?



En medio de toda esa sensación, porque más que preguntas son sensaciones que nos impulsan a salir corriendo, me refugié en una nueva aventura, con gente nueva que no me conocía para nada y que estaba ahí, como yo, muy rota y bastante cansada de emprender en soledad y de vivir para satisfacer a los demás (clientes, familia, sociedad, lalala). Fue la mejor idea que tuve en mil años. Posta.




Entré diciendo: Hola, soy Corita, tejo muñecos y no sé muy bien qué hacer con ellos porque no puedo tejer yo sola en cantidad para venderlos a dos pesos por hora de trabajo. 

Porque les confieso: Todo el mundo hablándome de mis muñecos, de mis revistas, de las maravillas de mis manos y la realidad era que con eso nunca comí y mientras más tiempo pasó, menos, porque me gasté y dejé de tejer a pedido, dejé de tejer para ferias, dejé de amar mi tejido. Dejé de tejer. Y eso no estaba bien. No está bien.


Así que, como pude, me banqué los sacudones del balrog, me puse el sombrero de Gandalf y me dediqué a cambiar. 

Si antes hacía todo para el afuera, empecé a hacerlo para mi adentro. 
Si antes a todo decía que sí, empecé a decir que no. 
Si antes me quejaba de que no sabía hacer tal cosa, empecé a aprender a hacerla. 
Si antes corría como hoja al viento siguiendo a los demás, empecé a quedarme quieta, a escuchar mi silencio, a ver qué me decía. 
Si antes decía: "yo ya lo sé", empecé a decir "no sé: necesito que me enseñes, por favor". 

Fueron cinco meses de estar en obras (al mismo tiempo que en el edificio cortaron el gas por pérdida y seguimos en obras, al mismo tiempo que partió un montón de gente alrededor, al mismo tiempo que aprendí a dejar ir y seguir). Fueron cinco meses de desmantelar y de reacondicionar mi mente y en consecuencia, mi vida. 

Algo que me ayudó un montón es que entré de cabeza al mundo online. Siempre me apasionó la virtualidad. Desde el 2000 vengo haciendo amigos, novios, recuperando familia y aprendiendo un montón de cosas. Todo online. 

Y este año, cuando más necesitaba salir a flote, YouTube fue mi aliado máximo. A veces con videos de coaches o maestros espirituales, a veces con tutoriales para hacer cosas, a veces con youtubers que se maquillaban o mostraban su día en un video. No hace mucho pude agradecerle y darle un abrazOso a Leandro Taub, que me había aliviado noches enteras de insomnio con sus videos para unir al mundo. 


Volver a leer también me ayudó un montón. Dicen que los grandes guías, líderes y mentores leen mucho, y ya lo creo. Leer y aprender es maravilloso. Así que me leí un montón de libros, desde desarrollo personal hasta filosofía, pasando por coaching, neurociencia y astrología. No le hago asco a nada. Todo suma. Reencontrar el placer de la lectura y las conexiones mentales que genera es algo que me apasiona tanto como la virtualidad. 



Me dediqué más tiempo. Menos Facebook y más Books, como dicen por ahí. Aprendí un montón de cosas nuevas y estudié online con personas maravillosas, llenas de conocimiento y experiencia para dar. 

Agarré de a poco la aguja de nuevo y me puse a tejer para un Workshop al que me invitaron en Rosario. Nada que ver, pensaba yo, porque es candy bar y yo nada que ver... Y al final... Todo que ver. Porque es hermoso compartir con emprendedoras el camino y apoyarse. Y cuando una emprendedora se me queda mirando con estrellitas en los ojos por algo que digo que para mí era obvio pero para ella es una revelación, yo tiemblo. Tiemblo y siento: esto es. Esto.



De la unión de todo eso terminé quitando el Corita que teje muñecos por el Cora King Coach de tejido y dejé de pensar en hacer todo yo, cobrando dos pesos la hora, para pensar en valorarme primero y luego hacer algo más grande que llegara a más personas y que les sumara todo aquello que yo estaba aprendiendo. 

Siempre me escriben para preguntarme con qué aguja o dónde comprar lana o qué patrón pueden conseguir para tal o cual cosa y a mí me encanta poder ayudar. Así que de alguna manera veré cómo transmitir todo lo que aprendí en este tiempo (y con cinco años de emprendimiento crochetero encima) para quien necesite la información y desee ahorrarse dolores de cabeza. 

Por ahora, se me ocurrió cambiar los talleres presenciales por cursos y talleres online, para que todas, aunque vivan lejos o tengan hijos y horarios raros, tengan la posibilidad de hacerlo. 




Y también se me ocurre que contando mis experiencias y mis procesos, acompaño a alguna que ande más o menos en la misma, sintiendo lo mismo y deseando lo mismo que yo: crecer, avanzar, ser feliz y hacer felices a los demás. 




Por eso les cuento mi verdad de la milanesa. Porque antes sólo quería centrarme en lo bonito y negar lo difícil, pero no existe lo bonito sin lo difícil y cuando estamos en lo difícil está bueno saber que un día se va a terminar y que de hecho, transitando lo más difícil, estamos construyendo un futuro más pleno y una felicidad más sostenida. 



Eso. 
Siempre hay alguien con la palabra, la mano extendida y la sonrisa justa para nosotras.
No estamos solas ♥
Yo estoy con ustedes cuando están conmigo ♥



Gracias gracias gracias 

Cora King


Detrás de mi peor pesadilla... me encontré a mí misma




¿Cuál es tu miedo más grande? ¿Ese que de pensarlo nomás sentís que te vas a morir? Tanto que ni siquiera te animás a pensarlo…

El mío era “que le pase algo a mis papás”. De chica, cuando lo pensaba, no podía dormir o andaba por la casa como un alma en pena y errante hasta que escuchaba el ruido de las llaves en la cerradura y los veía volver. De grande pude dominarlo mejor al miedo: dejé de pensarlo y si se cruzaba la idea me sacudía, literalmente, para reprimirla.

Pero el miedo seguía ahí y cada vez más fuerte. Tanto que inconscientemente hice todo lo posible por tener a mi papás a la vista todo el tiempo: me mudé al lado y dejé de perseguir mis sueños de viajar, conocer el mundo, independizarme, casarme, irme a vivir a Disney o al medio de la naturaleza, lo que fuera que hubiera soñado alguna vez.

Hasta que la vida, como corresponde, me enfrentó este año con mi peor pesadilla y, como muchas ya sabrán, Papá Mishto, como lo llamaron ustedes, se fue a pasear por el universo a fines de mayo. Y pude enfrentarlo y transitarlo con presencia gracias a la ayuda y al amor de familia, amigos, maestros y comunidad tejedora en mis redes. Agradezco infinitamente esa red que me sostuvo esos días, previos y posteriores hasta el día de hoy.

Mi miedo más grande se cumplió: porque era inevitable y porque el terror que sentimos por un proceso de la vida algún día se tiene que acabar. Y al final, del otro lado de ese miedo paralizante al que paradójicamente me pude enfrentar con toda la entereza, madurez y amor que jamás había experimentado, me encontré a mí misma.




Papá Mishto era mi fan número uno. Yo terminaba un muñeco y corría a mostrárselo. Y no me quedaba tranquila hasta que él no lo miraba con sus ojos estallados de alegría y su “Ehhh, Chinita!!”, orgullo despalabrado.

Obviamente, cuando él ya no estuvo, no pude volver a tejer un muñeco. Lo último que tejí fueron tres lechuzas (siempre me negué a tejer lechuzas) que él me había encargado para regalarle a una enfermera que lo había tratado súper bien. Así que te imaginarás que mi corazón dijo basta y no pudo volver a darle alma a nada más hasta hace un par de semanas.

Pero eso me sirvió para frenar y ponerme a sentir minuciosamente qué iba a hacer de mi vida. ¿Qué me sacaba de la tristeza? ¿Qué me hacía feliz? ¿Qué tenía yo para legarle al mundo, siendo el legado de Papá Mishto?

Y luego de estos meses de transitar la vida nueva sin él, con todo patas para arriba y revuelto, sin la estructura ni el sostén del Saturno/Padre, fui encontrándome y dándole forma a Cora King (seudónimo de Chiaraviglio que siempre usé para escribir, para estar en redes, para expresarme hacia el mundo).



Cora King “renació” con mi propósito: ser un faro que alumbre el camino de quien lo necesite. Enseñar, inspirar y ayudar a dar los pasos que yo ya di. No importa si es "Cómo tejerle pelo a un muñeco y no morir en el intento" o "Cómo sobrevivir al miedo más grande de la vida", en algún lugar del mundo hay alguien a quien puedo ayudar con lo que aprendo. Y esto creo que es lo más maravilloso para todos los seres humanos, no sólo para mí: El paso a paso que aprendimos a dar puede ayudar a otros. A muchos.

Por eso quería contarte todo esto, para que pienses en tu miedo más grande (o cualquier miedo a un proceso que temas enfrentar) y sepas que detrás de él, una vez que lo enfrentes, esperan el crecimiento, la expansión y el amor. Porque una vez que superes ese miedo vas a ver a tanta gente con el mismo miedo y la vas a poder ayudar; con amor porque la vas a comprender, y sin juzgar porque ya vas a saber lo difícil que es, pero también qué posible y sanador es atravesarlo, procesarlo y vivir para enseñarlo.

Mañana es mi primer cumpleaños sin Papá Mishto, lo que lo torna triste, pero a la vez está la alegría de sentir que será el primer cumpleaños al que llego con una idea muy aproximada de lo que quiero lograr en esta vida, los sueños que con su guía voy a cumplir y la posibilidad enorme que tengo de aportar mi granito de arena en un mundo que nos necesita más fuertes y más sanos que nunca.

Gracias gracias gracias ♥



#papamishto ♥




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